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martes, 30 de agosto de 2022

Pedra Furada

 




En el año 1988 visité por primera vez la isla de Madeira, en el archipiélago atlántico del mismo nombre perteneciente a Portugal, actualmente constituido como una región ultraperiférica de la Unión Europea. El archipiélago de Madeira consta de dos islas habitadas, Madeira y Porto Santo, y tres islas menores no habitadas, llamadas colectivamente Islas Desertas, que, junto con las Islas Salvajes, forman la Região Autónoma da Madeira, región autónoma portuguesa, situada a menos de 500 km de Canarias, 860 km de Lisboa, y 770 km de la isla más cercana de las Azores. Todas las islas son de origen volcánico; la isla de Madeira está formada por un macizo montañoso que desciende abruptamente al mar desde los 1862 metros de altitud del Pico Ruivo, el punto más alto de la isla, seguido del Pico de Arieiro (1810 m). Aquel inolvidable viaje estuvo marcado por el senderismo entre las nubes en la Isla de Madeira, y por un descubrimiento fascinante, hoy tristemente desaparecido , del que jamás encontré ninguna referencia. En la costa Norte de la Península de São Lourenço, al Sud-Este de la isla, existía entonces una extraña construcción, que fue demolida un año después, cuya singular y futurista arquitectura se asomaba al borde mismo del escarpado acantilado de la ponta de São Lourenço, desde donde parecía desafiar, en un inquietante equilibrio, al océano Atlántico. De aquel emocionante y memorable momento son las fotografías que componen este pequeño homenaje al arquitecto desconocido creador de tan extraordinaria construcción.